En medio de las montañas cubiertas de cipreses, en el corazón de la mítica región del Haut Pays d’Oc, corre el curso cristalino del río Orb, con sus 150 kilómetros de longitud. En la ribera, entre las montañas de Espinouse y Escandorgue, el manantial de Sainte-Odile signa el destino de la pequeña población de Avène. Una villa mínima en una región cuya historia está teñida por la presencia de los cátaros y las guerras religiosas.
Desde la ciudad de Castres, situada a unos 70 kilómetros, llegar hasta este paraíso montañoso significa atravesar caminos ondulantes que conectan las poblaciones anunciadas con carteles orgullosos: "Tierra del Roquefort", "Tierra del Camembert". Es imposible imaginar que lo que brotará detrás de esa mole llamada Montaña Negra, además del agua, es esta villa circular, construida durante el medievo a la vera del río.
La primera vez que se la mencionó en algún documento fue en 1135, con el nombre de Avenna, derivado de Avenus, una pequeña población romana. Si se considera la pasión de los romanos por los baños termales, y las particulares propiedades del manantial de Sainte-Odile, la hipótesis sobre el origen del nombre no suena descabellada. Aunque, por otra parte, la palabra avèn, en la lengua de Oc (Languedoc), significa "desborde de una reserva subterránea", y es una descripción casi literal del lugar.
Un poco de historia
Avène Les Bains, además de su enorme belleza, fue bendecida con aguas termales de baja mineralización, de un tipo que no abunda en el mundo. Según cuenta la historia popular, a mediados del siglo XVIII, el marqués Pons Rosset de Rocozels, por entonces señor del lugar, tenía un caballo que padecía de una afección cutánea, la cual se curó mágicamente –al ser dejado en libertad por el temor del marqués de que se contagiara el resto de la manada–, luego de que el animal se bañara con frecuencia en el manantial y bebiera su agua.
De allí en más, poco bastó para que las aguas de Sainte-Odile fueran consideradas milagrosas por los pobladores de ese entonces para la cura de la piel y los ojos enfermos. Durante mucho tiempo, la afluencia de visitantes en busca de las aguas benefactoras fue creciendo. Pero en el camino hacia su recomendación médica hay al menos dos fechas clave: Jean-Louis Albert, gran dermatólogo del siglo XIX, recomienda las aguas "por excelencia, para curar la piel" en un estudio que data de 1826. En 1874, la Academia Nacional de Medicina de Francia las declara de interés público y de efectivo tratamiento para las dermatosis rebeldes.
En esa época, la ciudad llega a tener más de mil habitantes, gracias a la euforia que suscitaba estar cerca de la vertiente "milagrosa". Pero a comienzos del siglo XX, el aislamiento geográfico terminó por jugarle una mala pasada y Avène fue quedando en el olvido.
Hoy, con poco más de 300 pobladores, Avène Les Bains ha vuelto a ser un imperio del agua. Desde que, en 1975, los laboratorios Pierre Fabre compraron el manantial, se fue restableciendo lentamente en la villa medieval otro horizonte: los jóvenes agricultores y mineros dejaron de emigrar en busca de fuentes de trabajo, y los visitantes de la estación termal (se les llama, en realidad, "curistas", un neologismo surgido de la combinación de turista y cura), que funciona desde 1990 (hoy anualmente suman más de 2 mil), le dan movimiento turístico a la zona.
El dermatólogo Didier Guerrero, de la firma Avène, se niega a hablar de "curas milagrosas". Y prefiere referirse a los innumerables dossiers científicos que el grupo Pierre Fabre, en muchos casos en colaboración con la universidad de Montpellier, viene realizando. "Si vamos a hablar de milagros me retiro –bromea el doctor Guerrero, con su enorme sonrisa en los labios–. La realidad es que conocemos las propiedades, pero todavía no el mecanismo por el cual actúa esta agua sobre las enfermedades dermatológicas; descubrir ese mecanismo es el principal objetivo de nuestras investigaciones. El eje está en su composición, en el calcio y el magnesio que contiene, dado que esto estimula la reproducción celular."
Por definición, se le llama agua termal a toda fuente de agua mineralizada de forma natural y cuya composición permite algún uso terapéutico. Pero no todas son iguales. Se clasifican según su contenido en minerales, y por lo tanto, las hay muy poco, poco, medianamente o muy mineralizadas. La de Sainte-Odile es de muy baja concentración de minerales, y es precisamente esto lo que la hace apta para la cura de afecciones dermatológicas. De las 104 estaciones termales francesas, la de Avène Les Bains es de las 12 que tienen orientación en "dermatología-estomatología", según certifican las autoridades francesas en la materia.
La mayor parte de los pacientes que llegan a la estación termal (lo hacen por estricta prescripción médica, y el tratamiento, que dura por ley tres semanas, es íntegramente cubierto por la salud pública francesa) padece de dermatitis atópica, eccema, soriasis o quemaduras. Dentro de la estación hay gabinetes individuales, con bañeras de hidromasaje donde sumergirse en el agua a 25,6°C, durante 20 minutos cada vez. También se aplican tratamientos tópicos o por lluvia constante sobre las zonas afectadas.
Con el paradisíaco paisaje de Avène de entorno, los pacientes, en muchos casos niños, y sus familias, no hacen más que bendecir al manantial de Sainte-Odile.
"Mis marcas se han ido. Ya no tengo que rascarme. Ahora soy feliz", dice el dibujo de Jasmine, de seis años, uno de los tantos que lucen en un enorme panel del centro termal, donde puede verse a la niña con pintitas rojas sobre la piel, luego en la bañera de agua termal y, finalmente, Jasmine con la piel rozagante y una sonrisa floreciente.
En la planta de producción, en tanto, los operarios se encargan de procesar, bajo las estrictas normas de la industria farmacéutica, los productos que desde allí parten hacia las más de 140 filiales que Pierre Fabre tiene distribuidas por el mundo.
Esos trabajadores, oriundos de la villa medieval, han aprendido el oficio allí mismo. Agricultores de origen, durante las mañanas trabajan en la planta de producción y por las tardes aran sus sembradíos.
El agua, que brota inagotable después de recorrer las montañas, hace siglos que ampara el destino de Avéne Les Bains. Y ellos están ciertamente orgullosos del privilegio.
Desde la ciudad de Castres, situada a unos 70 kilómetros, llegar hasta este paraíso montañoso significa atravesar caminos ondulantes que conectan las poblaciones anunciadas con carteles orgullosos: "Tierra del Roquefort", "Tierra del Camembert". Es imposible imaginar que lo que brotará detrás de esa mole llamada Montaña Negra, además del agua, es esta villa circular, construida durante el medievo a la vera del río.
La primera vez que se la mencionó en algún documento fue en 1135, con el nombre de Avenna, derivado de Avenus, una pequeña población romana. Si se considera la pasión de los romanos por los baños termales, y las particulares propiedades del manantial de Sainte-Odile, la hipótesis sobre el origen del nombre no suena descabellada. Aunque, por otra parte, la palabra avèn, en la lengua de Oc (Languedoc), significa "desborde de una reserva subterránea", y es una descripción casi literal del lugar.
Un poco de historia
Avène Les Bains, además de su enorme belleza, fue bendecida con aguas termales de baja mineralización, de un tipo que no abunda en el mundo. Según cuenta la historia popular, a mediados del siglo XVIII, el marqués Pons Rosset de Rocozels, por entonces señor del lugar, tenía un caballo que padecía de una afección cutánea, la cual se curó mágicamente –al ser dejado en libertad por el temor del marqués de que se contagiara el resto de la manada–, luego de que el animal se bañara con frecuencia en el manantial y bebiera su agua.
De allí en más, poco bastó para que las aguas de Sainte-Odile fueran consideradas milagrosas por los pobladores de ese entonces para la cura de la piel y los ojos enfermos. Durante mucho tiempo, la afluencia de visitantes en busca de las aguas benefactoras fue creciendo. Pero en el camino hacia su recomendación médica hay al menos dos fechas clave: Jean-Louis Albert, gran dermatólogo del siglo XIX, recomienda las aguas "por excelencia, para curar la piel" en un estudio que data de 1826. En 1874, la Academia Nacional de Medicina de Francia las declara de interés público y de efectivo tratamiento para las dermatosis rebeldes.
En esa época, la ciudad llega a tener más de mil habitantes, gracias a la euforia que suscitaba estar cerca de la vertiente "milagrosa". Pero a comienzos del siglo XX, el aislamiento geográfico terminó por jugarle una mala pasada y Avène fue quedando en el olvido.
Hoy, con poco más de 300 pobladores, Avène Les Bains ha vuelto a ser un imperio del agua. Desde que, en 1975, los laboratorios Pierre Fabre compraron el manantial, se fue restableciendo lentamente en la villa medieval otro horizonte: los jóvenes agricultores y mineros dejaron de emigrar en busca de fuentes de trabajo, y los visitantes de la estación termal (se les llama, en realidad, "curistas", un neologismo surgido de la combinación de turista y cura), que funciona desde 1990 (hoy anualmente suman más de 2 mil), le dan movimiento turístico a la zona.
El dermatólogo Didier Guerrero, de la firma Avène, se niega a hablar de "curas milagrosas". Y prefiere referirse a los innumerables dossiers científicos que el grupo Pierre Fabre, en muchos casos en colaboración con la universidad de Montpellier, viene realizando. "Si vamos a hablar de milagros me retiro –bromea el doctor Guerrero, con su enorme sonrisa en los labios–. La realidad es que conocemos las propiedades, pero todavía no el mecanismo por el cual actúa esta agua sobre las enfermedades dermatológicas; descubrir ese mecanismo es el principal objetivo de nuestras investigaciones. El eje está en su composición, en el calcio y el magnesio que contiene, dado que esto estimula la reproducción celular."
Por definición, se le llama agua termal a toda fuente de agua mineralizada de forma natural y cuya composición permite algún uso terapéutico. Pero no todas son iguales. Se clasifican según su contenido en minerales, y por lo tanto, las hay muy poco, poco, medianamente o muy mineralizadas. La de Sainte-Odile es de muy baja concentración de minerales, y es precisamente esto lo que la hace apta para la cura de afecciones dermatológicas. De las 104 estaciones termales francesas, la de Avène Les Bains es de las 12 que tienen orientación en "dermatología-estomatología", según certifican las autoridades francesas en la materia.
La mayor parte de los pacientes que llegan a la estación termal (lo hacen por estricta prescripción médica, y el tratamiento, que dura por ley tres semanas, es íntegramente cubierto por la salud pública francesa) padece de dermatitis atópica, eccema, soriasis o quemaduras. Dentro de la estación hay gabinetes individuales, con bañeras de hidromasaje donde sumergirse en el agua a 25,6°C, durante 20 minutos cada vez. También se aplican tratamientos tópicos o por lluvia constante sobre las zonas afectadas.
Con el paradisíaco paisaje de Avène de entorno, los pacientes, en muchos casos niños, y sus familias, no hacen más que bendecir al manantial de Sainte-Odile.
"Mis marcas se han ido. Ya no tengo que rascarme. Ahora soy feliz", dice el dibujo de Jasmine, de seis años, uno de los tantos que lucen en un enorme panel del centro termal, donde puede verse a la niña con pintitas rojas sobre la piel, luego en la bañera de agua termal y, finalmente, Jasmine con la piel rozagante y una sonrisa floreciente.
En la planta de producción, en tanto, los operarios se encargan de procesar, bajo las estrictas normas de la industria farmacéutica, los productos que desde allí parten hacia las más de 140 filiales que Pierre Fabre tiene distribuidas por el mundo.
Esos trabajadores, oriundos de la villa medieval, han aprendido el oficio allí mismo. Agricultores de origen, durante las mañanas trabajan en la planta de producción y por las tardes aran sus sembradíos.
El agua, que brota inagotable después de recorrer las montañas, hace siglos que ampara el destino de Avéne Les Bains. Y ellos están ciertamente orgullosos del privilegio.
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5 comentarios:
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