jueves, 27 de enero de 2011

Desintoxicar el organismo...

En presencia de un organismo sobrecargado de toxinas y más aún, si dicho estado de sobrecarga es de antigua data, la pregunta resulta obvia: ¿por dónde empiezo? Por cierto, cada organismo es distinto y reacciona en forma diferente, pero en todos los casos la necesidad imperiosa es una: limpiar y evitar ensuciar, a fin de restablecer el orden perdido.
Es por ello que, a modo de estrategia inicial, hablamos de un paquete depurativo básico. Dicho conjunto de acciones, está basado en dos aspectos imprescindibles y complementarios, que van bien en todos los casos: evacuar los desechos antiguos acumulados y evitar que penetren nuevos desechos, sin dejar por ello de satisfacer las necesidades orgánicas.

Con un ejemplo mecánico, se comprende mejor. Supongamos que usted compra un buen automóvil; una joya de alta tecnología, un Audi o un Mercedes… Pero por ignorancia o “pijoterismo”, en lugar de usar buena nafta, lo alimenta con combustible inadecuado o de baja calidad. Andar, anda; pero al tiempo comienzan las fallas y los tironeos en la marcha, consecuencia de un motor carbonizado y fuera de punto. ¿Qué hace entonces? No puede argumentar que el vehículo vino “fallado de fábrica”. Seguramente limpiará el motor y cambiará el tipo de combustible. Y por cierto, hará ambas cosas al mismo tiempo. No se le ocurriría hacer solo una de las dos. ¿Lógico, no? ¿O es acaso de aquellos que buscan algún aditivo que “tape” la falla?

Con el cuerpo pasa exactamente igual. De poco sirve una sola acción. Hay que depurar para eliminar la vieja escoria que impide el normal funcionamiento. Y también hay que cambiar la calidad del “combustible” para que no se vuelva a “carbonizar” la estructura. Ojala la simplicidad de este ejemplo sirva para estimular una actitud consciente y madura, pues a menudo somos más conscientes con los “fierros” que con nuestro organismo. Al auto lo cuidamos porque nos costó dinero. En cambio el cuerpo vino “gratis”… pero olvidamos que es el único que tenemos y que no tiene recambio, al menos en esta existencia.

Quién haya realizado algún trabajo depurativo, habrá constatado la cantidad de toxinas que pueden acumularse en el cuerpo. Cuando el organismo ve sobrepasada su capacidad de eliminación, no tiene más remedio que almacenar la escoria tóxica remanente, rogando que en algún momento se produzca la pausa que permita ocuparse de evacuar los desechos. Esta pausa sería el antiguo y olvidado hábito del ayuno, o bien una crisis depurativa (el caso de una gripe). Pero como los ayunos no se hacen y las crisis se reprimen con fármacos, los remanentes tóxicos se incrustan cada vez más en las profundidades de los tejidos, encapsulados en líquidos o cuerpos grasos para evitar que generen daño.

Esta lógica corporal (homeostasis) de no contaminar el resto del organismo, es similar a la que usamos en casa cuando hay huelga de recolectores de basura. Mientras esperamos que se restablezca el servicio, depositamos los residuos en bolsas gruesas, para evitar que contaminen la vivienda. Como el cuerpo no dispone de bolsas de consorcio, echa mano a la grasa corporal (captura lipógena) o a la cristalización (cálculos hepáticos) para encapsular y aislar toxemia.

Es obvio que cada persona responde a una particularidad y a una historia que la diferencia del resto. Pero en ningún caso resulta contraproducente actuar. Es más, a mayor cronicidad y gravedad, mayor necesidad de intensificar la tarea. Mientras la ortodoxia comienza lentamente a adaptarse a estos nuevos desafíos de nuestra cambiante realidad, debemos ocuparnos sin dilaciones de resolver nuestros problemas, ya que es nuestra propia calidad de vida la que está en juego. Si no se resuelve la causa profunda del desorden, será inevitable seguir “chapaleando en el barro” de los síntomas y sus nefastas consecuencias. La cuestión está totalmente en nuestras manos.

Muchas veces nos encontramos con gente que duda en iniciar estas prácticas depurativas, temerosas de sufrir algún efecto negativo en la experiencia. Sin embargo, esas mismas personas ignoran, total o parcialmente, los efectos secundarios, seguros y probados, de los medicamentos y las prácticas ortodoxas a las que están siendo sometidos. Es el caso de individuos sometidos al agresivo arsenal oncológico (quimio o radioterapia) y que en cambio duda ante eventuales efectos de un depurativo herbario.

Estas prácticas depurativas pueden generar sensaciones causadas por las positivas reacciones de la vital energía corporal que ha despertado: fiebre, erupciones, mucosidad, nauseas, diarreas, sudor fuerte, etc. Son síntomas positivos que deberán ser siempre comprendidas, agradecidas y soportadas con paciencia y perseverancia; nunca reprimidas. Cuanto más rápido aparecen los síntomas depurativos, quiere decir que mayor es la energía vital disponible en el organismo y por tanto más rápida será la recuperación. Por otra parte, cuanto más intensas sean las crisis, lejos de sentir temor, debemos comprender que mejor será la resolución del problema.

Por tanto es fundamental comprender esto y no reprimir ningún síntoma. El organismo invierte mucha energía en estos procesos y al reprimirlos, estamos anulando el fisiológico trabajo orgánico y volviendo todo a foja cero. Lo mejor en estos casos es “desenchufarse” y, tal como hacen los animales, retirarse de la actividad, buscando el ayuno y el reposo reparador. El mundo puede funcionar sin nosotros por unos días y mejor funcionará con nosotros “a pleno” y no “a media máquina”.

LIMPIAR Y NO ENSUCIAR

Como bien resumió el médico alemán Carlos Kozel: curar es limpiar. Por lo tanto no podemos pretender solución efectiva de ningún problema de salud, sin resolver el colapso tóxico que ha sido causa profunda del síntoma, luego convertido en “enfermedad”. Otra cuestión importante a comprender cuando abordamos un proceso como el aquí propuesto, es que solo el cuerpo cura.

En realidad nuestra función “curativa” se limita a crear las condiciones para que el propio organismo, a través del trabajo mancomunado de billones de células, pueda realizar las tareas de reparación, limpieza, regeneración y restablecimiento del equilibrio fisiológico perdido. Es algo que la inteligencia corporal viene haciendo a la perfección desde hace millones de años… siempre y cuando el hombre lo permite. O sea, basta con que dejemos de colocar “palos en la rueda”, que obstaculizan la tarea de la inmensa inteligencia y sabiduría corporal que nos anima.

Por todo esto, un eficiente abordaje depurativo implica transitar seis andariveles en forma simultánea. Nos referimos al “limpiar”: la depuración de los órganos más comprometidos (intestinos e hígado, en ese orden), el desparasitado, la purificación de los fluidos (sangre, linfa) y la oxigenación del medio interno. A ello se suma el “no ensuciar”: hacer un reposo digestivo semanal y el imprescindible cambio nutricional. En la edición anterior vimos lo del Reposo digestivo; en próximas iremos viendo los demás aspectos.

Muchas personas que se asoman temerosas a este tipo de abordaje, deciden ir probando alguna cosa por vez. Claro que hacer sólo alguna de estas prácticas es siempre mejor que nada, pero si pretendemos resolver un problema crónico, debemos considerar un abordaje integrado y sinérgico, lo cual nos garantiza la máxima eficiencia reparadora, en tiempo y profundidad.

Un ejemplo. Desparasitar es siempre bueno y todos lo necesitamos. Pero si uno sólo desparasita, estará generando mortandad de parásitos y este material tóxico debe ser administrado por órganos ya colapsados a causa de la invasión parasitaria que se combate. Por ello la necesidad de contar con órganos depurativos limpios y bien funcionales. En esto ayudan las limpiezas, el ayuno y los depurativos.

Siguiendo con el ejemplo anterior, poco sentido tiene matar parásitos si al mismo tiempo estamos estimulando su desarrollo a través de una alimentación ensuciante con lácteos, harinas, refinados, carnes, exceso de cocidos, etc. Este enfoque nos obliga a ser responsables con lo que hacemos o dejamos de hacer; somos nosotros los que manejamos la intensidad y la eficiencia del proceso depurativo

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