La homeopatía es un tratamiento médico que emplea sustancias naturales diluidas para estimular las defensas naturales del cuerpo.
Cuando se está sano, las defensas naturales son efectivas y eficientes. Para comprender lo que eso significa, consideremos el siguiente ejemplo: cinco personas diferentes, con niveles distintos de salud, se ven expuestas a la gripe.
Persona «A». Es sana y vital. La infección viral entra al cuerpo a través de la nariz, se adhiere al revestimiento pulmonar y luego intenta penetrar en las células para reproducirse. Al reconocer la infección, el sistema inmunológico lo ataca con rapidez y lo destruye. La persona «A» no se da cuenta de nada (curación silenciosa).
Persona «B». Es bastante sana, pero a veces contrae gripe y otras enfermedades. El virus de la gripe penetra en el cuerpo, se adhiere al revestimiento pulmonar, entra en las células y luego empieza a reproducirse. Al reconocerlo, el sistema inmunológico de «B» organiza una defensa, pero no tan efectiva como la de «A». El virus se puede reproducir y «B» tiene que esforzarse más. Por ello, la energía que necesita para defenderse es mayor que en el caso de «A». Aparece la fiebre, la fatiga y los dolores musculares. Al cabo de un par de días remiten los síntomas y «B» se siente bien pocos días más tarde.
Persona «C». No es tan sana como «A» o «B». La fiebre tiene que ser más elevada para que el cuerpo pueda luchar y la batalla dura más tiempo. El nivel de fatiga es mayor. Finalmente, después de varios días, baja la fiebre y se necesita otra semana para recuperarse y tal vez algunas semanas para volver a sentir normal.
Persona «D». Está todavía menos sana. Simplemente, su sistema no tiene vitalidad (energía) suficiente para organizar una defensa efectiva. Aparece una fiebre baja, pero dura varias semanas. «D» se siente bastante mal y no puede superarlo del todo.
Persona «E». Tiene mala salud. Incapaz de organizar ninguna clase de defensa efectiva, se suceden la neumonía y la muerte en un período de tiempo relativamente breve.
El objeto de la medicina homeopática en los casos anteriores no es el de matar el virus de la gripe con el medicamento administrado, sino más bien conseguir que las propias defensas del enfermo sean más efectivas con un volumen de esfuerzo más bajo. Esa intensificación del esfuerzo defensivo tiene como resultado la muerte del virus y la recuperación del enfermo.
En el caso de «A» la vitalidad es tan grande y éste se defiende con tan poco esfuerzo que ni siquiera nota los síntomas. «B» necesita una defensa más vigorosa y sufre algo más de incomodidad. En homeopatía, todo lo que percibe el enfermo se consideran síntomas. La fiebre, el dolor muscular, la tos, el esputo, los dolores de cabeza, etc., son el resultado del esfuerzo defensivo del cuerpo. Puesto que el objetivo de la homeopatía es hacer más efectivo el sistema defensivo, se administra un medicamento que sea capaz de causar los mismos síntomas si lo tomara una persona sana. Veamos el siguiente ejemplo.
Intensificar las defensas naturales del cuerpo
Una abeja pica en el brazo a una persona moderadamente alérgica a las picaduras de abeja. El resultado es una gran zona hinchada y enrojecida, con ardor y dolor lacerante, que mejora con la aplicación de una compresa de hielo. Éstos son los síntomas causados por el veneno de la abeja.
La persona «C» del ataque de gripe desarrolla inflamación de garganta. El dolor es ardiente y lacerante y «C» se da cuenta de que las bebidas frías y sobre todo las heladas, le alivian el dolor. Al examinarla, el homeópata observa que la garganta está muy enrojecida y que hay una considerable hinchazón. Es como si los síntomas de «C» los hubiera causado una picadura de abeja en la garganta, aunque en realidad son los resultados de la defensa de «C» contra la gripe. Se le administra Apis mellifica (un remedio homeopático preparado a partir de la abeja de la miel) y al cabo de poco tiempo disminuyen la inflamación y la hinchazón de la garganta de «C», que se siente mucho mejor.
En este ejemplo, el homeópata comprueba que el cuerpo trata de defenderse y supone que esa defensa es el mejor recurso al que se puede acceder por el momento. No es, sin embargo, efectiva al cien por cien. En lugar de sustituirla por otro esfuerzo defensivo, el homeópata respeta la sabiduría del cuerpo y trata de intensificar la efectividad de la defensa natural. Si usted se esfuerza por escalar una montaña, un empuje continuado desde atrás le ayudará mucho más que un empuje continuado desde cualesquiera, o ambos, costados. Si el cuerpo organiza un estado febril para combatir una enfermedad, la aspirina u otros medicamentos antiinflamatorios que bloquean la capacidad del cuerpo para producir fiebre podrían por lógica, minar la defensa, en lugar de apoyarla
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