jueves, 23 de julio de 2009

Movimiento Slow’, un concepto de vida

El ‘Movimiento Slow’, un concepto de vida que apuesta por aparcar las prisas y disfrutar del momento. Esta filosofía reivindica una nueva escala de valores y no está organizada ni dirigida por ninguna asociación, es simplemente una nueva manera de vivir que está haciendo furor en todos los ámbitos. Lucha contra los atascos, las prisas, el ruido, el estrés, el consumo rápido, las urgencias y la impaciencia. Es decir, se basa en trabajar para vivir y no vivir para trabajar. Sus principales señas de identidad son “la biodiversidad, la reivindicación de las culturas locales y un empleo inteligente de la tecnología”, para alcanzar aquel dicho de que no hay que llegar primero, sino saber llegar. El primer gesto significativo de la Slow Life ocurrió en 1989, cuando el periodista italiano Carlo Petrini, organizó una propuesta en la Plaza de España, en Roma, contra la apertura de una famosa hamburguesería de comida rápida. Hoy, 20 años después, el concepto sigue más actual que nunca y cuenta con numerosos fans por todo el mundo. Hoy por hoy se ha extendido a muchos campos: ya existe el Slow Travel (“Viajar despacio”), el Slow Shopping (“Comprar despacio”) e incluso el Slow Design (“Diseño tranquilo”). La Fast life perjudica la salud Las consecuencias de un ritmo de vida tan frenético no tardan en aparecer: obesidad, estrés e incluso el conocido como Síndrome de la Felicidad Aplazada, o lo que es lo mismo, la angustia de quienes nunca se paran a disfrutar debido a sus obligaciones. Estos males son comunes en todos los países desarrollados, desde Japón hasta Estados Unidos, e incluso la misma España. Y en todos estos rincones han surgido iniciativas para luchar contra ello. En Austria, por ejemplo, La Sociedad para la Desaceleración del Tiempo insta a prestar más atención al presente y disfrutar de la cultura. En Tokio existe el Sloth Club, que aboga por una vida más tranquila, en contacto con la naturaleza, y en eliminar el consumo de nuestras necesidades. En países como Reino Unido o Estados Unidos cada vez hay más personas que practican el Downshifting, o lo que es lo mismo, una vida modesta, cuya máxima es frenar el ritmo de vida y pasar el tiempo de un modo significativo, y no malgastar el dinero.
En Estados Unidos y también en Canadá encontramos propuestas como la de Take Back Your Time, una iniciativa que lucha contra “la epidemia del exceso de trabajo y horarios extremos, que amenazan la salud, la vida familiar y la relación con el medio ambiente”. Y es que la prisa tiene consecuencias en nuestro cuerpo, con los nuestros y también contamina más.
Esta filosofía también ha llegado a la publicidad, que en muchas ocasiones funciona como espejo de lo que somos y de lo que deseamos ser. Un ejemplo de ello, es la campaña “Camina, no corras”, de la zapatera española Camper, que anima así a sus clientes a llevar un modo de vida más relajado.
Actitud lenta en el trabajo, sinónimo de calidad Nuestra sociedad valora más la inmediatez y ser el primero en algo significa ser exitoso. En definitiva, corremos y corremos durante todo el día, pero sin dirección.
No obstante, los partidarios de esta filosofía aseguran que una actitud lenta en el entorno profesional no es sinónimo de falta de productividad, sino de un trabajo de mayor calidad. Un planteamiento que consigue más rigor en los detalles, más exigente y minucioso, y supone mayor motivación para los trabajadores. Un nuevo diseño de ciudad El mismo año de la protesta en la famosa escalinata de Roma, en París se bautizó este movimiento como Slow Food, a modo de defensa de la comida tradicional, más elaborada y con tiempo para degustarla. Y desde entonces, la tendencia se ha ido afianzando más y más.
De esta manera surgieron las Slow Cities, para “mejorar la calidad de vida en las ciudades”, huyendo de fórmulas empresariales como las franquicias y concebidas para celebrar y apoyar la diversidad cultural y el carácter de la ciudad. Esta tendencia ha llegado a ciudades de Alemania, México, Noruega, Líbano, Brasil y Reino Unido, y en nuestro país, encontramos algunos núcleos en localidades como Mungia o Lekeitio (Vizcaya), Begur o Pals (Gerona), o Bigastro (Alicante). Se calcula que existen unas 750 ciudades de este tipo a lo largo de todo el planeta.
Todas ellas tienen en común una vida relajada, no superan los 50.000 habitantes, cumplen una serie de requisitos de calidad medioambiental y urbanística, y, abogan por el comercio local. Y, por supuesto, aspiran a un modelo de Slow Schools, donde lo que importa no son los horarios sino el aprendizaje.




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