Si hace algunas semanas te hablábamos del tempe como alternativa vegetal al clásico filete de carne, hoy te proponemos otra opción: el seitán. Y es que pocos alimentos pueden recibir con más merecimiento este apodo de carne vegetal, no ya sólo por su alto contenido en proteínas (hasta un 24,7%) si no también por su color, textura, fuerte sabor y consistencia, que posibilitan su uso en la cocina de idéntico modo con que se tratan las carnes.
Esto supone una gran ventaja para quienes deben o desean cambiar su dieta por un régimen ausente de productos cárnicos. Asimismo, el seitán es perfectamente combinable dentro de una dieta omnívora, es decir, no vegetariana: se trata de un alimento altamente reconstituyente, muy digestivo, apto para personas enfermas, niños y ancianos e, incluso, para diabéticos dada su práctica ausencia de hidratos de carbono. También está recomendado para los deportistas ya que ayuda a desarrollar la musculatura.
Pero... ¿qué es exactamente el seitán? Hablar de este ‘filete vegetal’ es hablar de un producto originario de extremo oriente realizado con gluten de trigo, hervido durante hora y media con salsa de soja y algas kombu (lo cual supone un enriquecimiento en sales minerales) y un aporte de lisina, aminoácido esencial del que son algo deficitarios los cereales. Además, lo podemos encontrar también combinado con verduras, ahumado, esterilizado en bote de vidrio, en barra, etc.
En cuanto a sus posibilidades gastronómicas, aunque el seitán funciona perfectamente como plato único (por ejemplo, añadiéndole una crema de queso azul o roquefort) también puede ser ingrediente de platos de pasta, sopas, caldos, cocidos, estofados, barbacoas, canapés y aperitivos, albóndigas, croquetas, empanadas, etc.
Seitan y sus propiedades
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