Familia: Liláceas.
Latín: Alhum sativum.
Antihipertensiva, antiséptica, estimulante, antivermífuga
Planta herbácea por todos conocida y que se cultiva en gran escala en nuestro país debido a su consumo generalizado. Está provista de unas largas hojas, estrechas, planas en su mitad inferior. En el nacimiento de las hojas superiores crecen las flores reunidas en umbela de color blanco-verdoso. Echa un bulbo compuesto de numerosos gajos, que conocemos por «dientes», dispuestos en torno, de sabor fuerte y olor característico. Desde épocas remotas, además de emplearse para sazonar los alimentos, el ajo se ha venido empleando para curar diversas enfermedades.
Época de floración: Verano
Principios activos: Los ajos contienen un fermento, la aliinasa, que transforma la aliína en disulfuro de alilo. Su aceite esencial, muy volátil, impregna su entorno y al ingerirlos crudos pasa a nuestros humores.
Propiedades: Son numerosas sus virtudes, destacando las antihipertensivas, antisépticas, estimulantes, antivermífugas, carminativas y antiescorbúticas.
Aplicaciones: En infusión, contra la presión alta. Machacado y mezclado con miel, está recomendado en los dolores reumáticos. Externamente se usa como callicida, en forma de ungüento. Machacado y untado en las partes afectadas, en los casos de tiña y sarna. Crudo o hervido, siempre que no exista contraindicación, es un magnífico complemento de una competa alimentación.
Parte utilizada: El bulbo bien maduro cuando se seca la parte aérea de la planta.
Presentación: El bulbo al natural. Aceite esencial. Perlas de aceite de ajo. Desecado, en polvo.
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